EL
MUNDO
11 noviembre
2016
Galiana Legorburu
Existen mil teorías sobre cómo, cuánto y cuándo comer para
mantener
Desde
que nacemos, lloramos para pedir comida y lloramos cuando no queremos más. Sabemos
cuándo tenemos hambre y cuándo no. ¿Por qué ahora parece tan complicado
sentarse a la mesa y comer? De ahí surge el concepto de alimentación intuitiva,
definido en 1995 por Evelyn Tribole y Elyse Resch en el libro 'Intuitive
eating' como un modo adaptativo de comer que mantiene
una estrecha conexión con las señales fisiológicas internas de hambre y
saciedad.
Como
explica la graduada en Nutrición por la Universidad de Costa Rica Rebeca
Hernández, la clave para estar sano y comer bien no es establecer un número
concreto de comidas ni hacer una lista de ingredientes imprescindibles del
supermercado. "Alimentarse significa escuchar a nuestro cuerpo, a nuestras
señales de hambre y saciedad y a gestionar nuestras emociones sin necesidad de
recurrir a la comida como vía de escape ante una situación de estrés. Eso es lo
que trata de inculcar la nutrición intuitiva. Recordar lo que, en realidad,
siempre hemos sabido", dice la experta. Por eso, insiste en que no se
trata de una dieta, sino de un proceso. La persona puede reconectar con su
cuerpo entendiendo las señales que le lanza su organismo, libre de los
convencionalismos sociales que las silencian, provocando ansiedad, malestar y
una relación poco natural con la comida.
Nuestros
abuelos tenían mucha menos información sobre las calorías, los macronutrientes
y los alimentos y, sin embargo, la mayoría estaban mejor alimentados que
nosotros. ¿Comían intuitivamente? "Podemos pensar que sí. Escuchaban su
cuerpo y no tenían a su alcance ni la mitad de los productos precocinados que ahora predominan en los
supermercados", dice Hernández.
No
obstante, advierte de que, aunque todos nacemos con esa intuición que nos avisa
de cuánto y cuándo comer, esta se va perdiendo con los años porque, desde
pequeños, nos obligan a hacerlo según unos horarios o cantidades determinadas.
"Incluso de adultos, al empezar una dieta, por ejemplo, nos acabamos
obligando a respetar un horario o un número de comidas que no es el nuestro y
que muchas veces ni siquiera se corresponde con las necesidades de nuestro
organismo", dice la experta. Es más, basados en este precepto, muchos
nutricionistas recomiendan a los padres no obligar a sus hijos a comer más de
lo que ellos les piden, asegurando, como defiende el dietista-nutricionista Julio
Basulto, que no es ético ni recomendable hacerlo, ya
que puede no sólo provocar el rechazo a esos alimentos sino también derivar en
enfermedades tan peligrosas como los trastornos alimentarios.
Alimentación intuitiva mediante el 'Mindful eating'
El
objetivo nunca debe ser adelgazar. "Esa mentalidad perjudica y no
funciona. Perder peso es la consecuencia de comer saludable e intuitivamente.
Si la persona da respuesta a las señales de hambre y satisfacción que te lanza
tu cuerpo va a conseguir sentirse en paz consigo misma, evitando la ansiedad y
consiguiendo un verdadero control de la alimentación. Comerá lo que necesita,
sin excederse, por lo que el peso se estabiliza", asegura Hernández.
Aunque, como es lógico, para que esto ocurra es imprescindible que la alimentación
esté basada en alimentos y no en productos, que son los culpables de gran parte
de las alteraciones de esas señales naturales del organismo.
De la
misma manera, esta forma de recurrir a la alimentación se encuentra
estrechamente relacionada con la filosofía 'Mindfulness',
en concreto con una de sus ramas más sonadas durante este último tiempo, el 'Mindful eating'. Mediante
técnicas aprendidas de la meditación, que a su vez tiene su origen en el
budismo y su concepto de 'atención plena', este método pretende enseñar a
apreciar los alimentos desde una perspectiva completamente distinta a la
actual, en la que la persona se aferra al placer inmediato, a las prisas y a
alimentos que carecen de nutrientes, olvidando su fin último, que es la salud.
Por
eso, expertos en esta técnica, como el fundador del 'Método Thinking',
Diego de Olmedilla, aseguran que "no comemos compulsivamente por hambre,
sino para llenar otros vacíos, que normalmente son emocionales". Aprender
a desligarse de esa relación 'tóxica' con la comida y escuchar a nuestro cuerpo
es una forma no sólo de adelgazar, sino también de mejorar la salud a largo
plazo. ¿Cómo? Liberando la mente de las preocupaciones antes de sentarse a la
mesa, escogiendo alimentos saludables, degustándolos despacio y concentrando la
atención en ellos, en la comida y en las sensaciones que nos transmite.